la historia era más o menos igual
Era una de las pocas veces que se iba antes que ella... y el saber que iban a encontrarse a las pocas horas, le daba a ese viernes 27 de mayo un aire extraño...
No terminó de traspasar la puerta de vidrio del ascensor que empezaron a sonar mensajitos llenos de dudas... cada respuesta salía casi sin pensar y con miedo...¿por qué tenía que dudar tanto a último momento? ¿no se suponía que era él el que tenía las cosas claras?
No tenía sentido estar ahí mirando su silla vacía...así que, agarró sus cosas, tomó el ascensor, y bajo el cielo gris y nublado (que los acompañaría, desde entonces, todos los viernes) dobló la esquina y comenzó el más eterno regreso a casa en el 152...
La noche, las estrellas, el frío, el otoño y el mismo cielo que miraba él pensándola... la transportaron a otro mundo (quizás al de él)... Nose si pensaba en qué quedaría de esa noche... simplemente, se quedó mirando a través de la ventanilla con su mirada perdida de yo no fui, tratando de recordar cada palabra y cada frase de sus charlas online; cada gesto y cada sonrisa cómplice en el lugar que los vio juntos por primera vez; y la dulzura de sus ojos... nada más... eso alcanzó para sobrellevar el viaje...
Una hora y media después, un baño, una cena rápida y las preguntas habituales de comienzo del fin de semana... “¿qué vas a hacer?”... “uhh yo había arreglado con los chicos... bue, dejá está bien, no te preocupes...pero... ¿con quién salís? ¿quién es?”
-Dejá, no importa, ya te voy a explicar... a parte, ya sabés quien es...
Eran las 10 pm y faltaba lo peor... el lugar ya estaba decidido desde la primera vez que había pisado ese bar... pero llegaba la hora del infaltable ¿qué me pongo? Después de diez idas y venidas, la decisión fue sencilla... se vistió como siempre y sin siquiera perfume (eso no fue parte de una estrategia sino una mala jugada de los nervios, pero en fin)... No había pasado ni una hora...
El resto, fueron las dos horas más largas e inciertas de su vida... ¿y si se arrepentía y no venía? No, no tenía porqué pasar eso... pero ¿no era acaso una posibilidad?
Prendió la tele... nada, nunca hay nada cuando uno necesita engancharse con algo que le haga pasar rápido el tiempo... la radio, menos... la computadora, ni hablar... terminaría atrapada, una vez más, entre los relatos de su blog...no, esa noche no quería eso, esa noche no quería conformarse con palabras dulces salidas de un teclado...
Subió, encontró el cd que juró no mostrarle para evitar la vergüenza más grande de su vida y lo escondió...
El calendario todavía no había cambiado de día y sólo quedaba esperar... ¿y si se perdían? ¿y si no encontraban la calle? La madrugada empezaba a desesperar y sólo se avecinaban preguntas y dudas tontas...
-Cinco horas se pasan rápido-, pensó... nada puede ser tan grave... ¿o sí? La respuesta inmediata fue un sí... Sino no se explicaban los nervios.
Mensajito en el celular y a los pocos minutos las dos bocinas (que se convertirían en un clásico de los viernes)... abrió la puerta, lo miró y a ninguno le salieron más de dos palabras... estaban jugando la última mano...
Tardaron poco en salir, algunas palabras en la parada del colectivo y se bajaron a la vuelta del bar señalado... pero entraron casi una hora y cincuenta cuadras después...
Tal vez caminar bajo el frío, hablar evitando las miradas fijas o el estar quietos en un lugar ayudaba a superar tantos nervios..., hipótesis que quedaron descartadas cuando se sentaron, se miraron a los ojos y las palabras empezaron a fluir con más tranquilidad... Antes de salir llegó la pregunta que esperaba: “¿Cuál de todos mis relatos te gustó más?”. Sabía que en ese momento no iba a poder responderle, pero era el último, en el que la nombraba... ese que la hizo poner colorada en el medio de la oficina (aunque sólo él lo haya notado).
Después de que sutilmente los hayan invitado a irse del bar, tomaron el 60.
-“¿Te pasa algo?”, le preguntó.
-“No, sólo odio este colectivo, paso la mitad de mi vida aca arriba”, le tiró como una piedra. No dijeron una palabra más.
Las diez cuadras fueron mejores, ella le dio más confianza y dejó escapar al miedo... lo único que quería era que se anime a abrazarla de nuevo... esta vez iba a responder...
Llegaron y al entrar al cuarto infantil que desde entonces sería su limbo, lo primero que hicieron fue escuchar ese cd que se había jurado y perjurado no mostrarle.
A Sabina le sucedió Ivan Noble, Los Caballeros de la Quema y cuando sonó Smitten los ojos de él se quedaron atónitos... su mirada se perdió con la música; con esa música que lo trasporta a un mundo del que sólo él es dueño... y ella se quedó recostada al lado suyo, perdida en sus ojos y en el susurro de sus canciones.
Nose quién dio el primer beso, escuché muchas versiones y mi memoria me jugó una mala pasada esta vez... Será que no importa tanto, en el fondo los dos sabían que ninguno se iba a resistir... Las miradas y risas cómplices por las que estaban ahí en ese momento habían vuelto para recordarles que dejen atrás los fantasmas y le abran la puerta a una historia nueva, que en el amor siempre alguien sale herido, pero que esta vez podían ganar los dos... Y se besaron... acababan de jugar su última carta... El resto... el resto es historia conocida.