sábado, julio 22, 2006

Letargo

Décimo piso, la oficina a oscuras. La chica mira el reloj, 8.45 am. La mañana se apresuró por empezar, o tal vez la noche pesaba demasiado esta vez. La soledad de la habitación le recordaba que sería un día difícil; la decisión estaba tomada, sería mejor no seguir pensando en ello. Saltó de la cama como un resorte, tomó sus cosas y partió. Allí estaba, con los ojos rojos (no de lágrimas, sólo sueño) y entreabiertos, desactivando la alarma. Con un poco de suerte terminaría temprano; pero no la tuvo.
La tarde pasó sin sobresaltos, el ritmo monótono de siempre no le dio tregua y las noticias que esperaba no llegaban. Había explicado quichicientas veces que le faltó coraje y otras mil más que lo extrañaba; y era sólo el primer día. Tal vez por eso muchos se reían.
El reloj daba las 7.30 pm. El sueño y el extraniamiento la mantenían en un estado de letargo. Un almanaque le recordó que era el 20 de julio. "Día del amigo", dijo para sí. Y no había levantado el teléfono para hacer ni una sola llamada. Buscó excusas tontas como que es sólo un día comercial, o que los amigos son amigos todos los días. Al diablo con eso! Son todas mentiras. A todos nos gusta recibir un saludo en nuestro día.
El día laboral se había extendido demasiado asíque decidió darlo por terminado... once horas era mucho para quien sólo había dormido tres. Igualmente ya era tarde. Ni el tren bala la haría llegar a tiempo; pero los amigos siempre esperan... y comprenden... cómo iba a dejar de saludarlas.
Y así pasaba el primer día. La noticia que esperaba por fin llegó y el alma le volvió al cuerpo, que seguía cansado. Celebró el día del amigo y olvidó -quizás sólo cinco minutos- que amanecería sola al día siguiente. Pero no iba a haber lágrimas, había prometido no llorar y no lo haría. Después de todo, hay distancias que guardan caricias; esta era una de ellas. Sólo faltaban tres días... y tres días pasan rápido...